23/4/09

¿Qué es lo que hay en ese corazón?

Lo que abunda en el corazón. ¿Qué es lo que hay en ese corazón? De aquí es de donde sale toda la capacidad de hacer daño, la acción de desconfiar, de duda, de ahí es de donde salen las desesperaciones, las amarguras, las angustias ¿qué es lo que llena ese corazón humano?
¿Qué es esa gran presencia que habita en el corazón del hombre que no deja espacio para nada, para nadie, ni siquiera para Dios, que Dios querría venir a llenar ese corazón pero uno no lo deja porque ya está ocupado y dos cosas no pueden ocupar el mismo espacio ¿de qué está lleno el corazón? ¿Saben de qué? está lleno de la máquina más impresionante de autodefensa y esa máquina más impresionante de autodefensa es lo que se llama el ego.
Les presento lo que más amamos en la vida. Lo que más ama usted en su vida es usted.
Los seres humanos somos mezquinos, somos egoístas. Primero yo, segundo yo, tercero yo, cuarto yo, después de mí el diluvio.
Es más, calculen ustedes todas las veces que discutimos con las personas que amamos, por qué discutimos, yo, yo, yo es el gran problema de la vida de uno. Los reclamos que uno le hace a los demás es por yo. Yo, yo, yo, es el gran amor de nuestras vidas.
Uno por el ego hace todo lo que hace por la vida, todo lo hace por el ego. Esa es la gran lección de la vida. Y uno cree que el ego soy yo y el ego no soy yo, el ego es una caricatura de lo que tú eres.
Tu verdadero yo es otro. Tu verdadero yo es Jesucristo. Yo soy verdaderamente yo cuando soy Cristo pero para eso tengo que dejar de ser yo y empezar a ser Cristo. Ya no vivo yo es Cristo mismo quien vive en mí. Y mi vivir desde hoy es un vivir para el Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí.
Esa es toda la clave de la vida, toda la clave de la conversión.
Convertirse es cambiar por completo de vida porque es dejar de vivir la vida egoísta, centrada en el yo, para pasar a vivir la vida crística, divina, centrada en el amor y el amor es un darse incluso un perderse.
Lo más importante de la vida es el amor que sabe perder. Uno puede perder las discusiones no pasa nada ¿por qué no queremos perder las discusiones? ¿Qué más da? Es más importante tener amigo que tener la razón.
Pero no, uno sacrifica lo que sea con tal de ganar. Para poder ganar hay que perder. Dios es un gran perdedor. Cuando su Hijo vino al mundo, perdió. Por eso es el único que sabe amar, porque sabe perder.
¿Qué hace el ego? El ego hace seis cosas. Primera: Ve al otro como amenaza. Primera característica del ego: el otro todavía no ha hecho nada y el ego ya se está protegiendo.
Usted piensa primero en usted, segundo en usted y tercero en usted. Uno percibe al otro como amenaza por eso usted empieza a levantar la voz antes de que la discusión empiece.
Segundo: el ego compite. La gran pasión del ego es compararse con los demás y tiene que ganarle, si no le gana sufre y sufre a grandes intensidades.
Reconoce que tienes compañeros que son mejores y alégrate por ello. Dale gracias a Dios porque tienes compañeros tan bacanos. ¿Por qué sufrir porque al otro le vaya bien? Qué bobada pero así somos los seres humanos.
Tercero. El ego es cruel, muy cruel. Nosotros ponemos la televisión para ver las bombas de los demás. El ego con tal de ganar recurre a toda la crueldad que sea necesaria. Cuanta crueldad.
Cuarto. El ego se defiende. Es quizás lo que mejor hace. Se defiende hasta de los ataques que no le hacen. Uno vive con la defensa puesta. Uno va a la defensiva. Es más como uno está a la defensiva uno asume el dialogo a la defensiva y claro por estarte defendiendo terminas haciéndole daño a los demás, porque para uno lo más importante es defenderme a mí.
Díganme, uno ¿por qué se hiere? Porque hablaron mal de mí. De ti solo pueden decir dos cosas: una verdad o una mentira. Si es verdad es verdad, acéptela y madure y si es mentira, entonces ¿por qué le molesta? ¿Saben por qué les molesta? Porque ofende al ego, el yo, y nos ofende tanto la verdad como la mentira.
Uno es bien soberbio y le dicen: es un soberbio y me pongo bravo. Si sois soberbio, acéptalo, pero no, porque el orgullo a uno no lo deja aceptar y yo me tengo que defender y uno se defiende de un montón de maneras, uno se defiende y si es necesario con violencia, uno se defiende si es necesario con autoridad y si no funciona la autoridad aun funciona la estrategia desesperada, las lágrimas aparentes. Ese es el ego que se defiende.
Quinto. El ego engorda, ¿saben lo que más le gusta al ego? Agarrar todo lo que tiene alrededor y decir: mío. Por eso el ego, devora, traga. No tendréis gordo el cuerpo porque no está de moda pero el alma la tenéis con unos triglicéridos disparados.
Y por último, el ego busca, exige, demanda reconocimiento. Lo que uno más necesita es que lo aplaudan. Uno recurre a todas las estrategias que sean para que le den lo que necesitaba. Lo que más busca el ego es reconocimiento.
No volviste a ese grupo de oración porque dices que ya no sentías lo mismo, ¿sabes por qué no sentías lo mismo? Porque ya no te reconocían. Vos no te salís de las cosas porque de verdad no esté Dios, vos no te salís de las cosas porque de verdad no sirvan, vos te salís de las cosas cuando tu ego no se siente bien, porque en el fondo hacías las cosas por tu ego no por Dios ni por los demás ni por amor, sino por tu ego que a la larga es tu verdadero Dios y de ahí, de ese fondo, es de donde dice Jesús que sale todo lo que tuerce al ser humano.
Todo pecado es en el fondo un pecado contra el primer mandamiento. Lo único que hay que amar sobre todas las cosas es Dios y uno dedica todas sus fuerzas a amar a otro que no es Dios, a defender a otro que no es Dios y a proteger a otro que no es Dios.
Y al cabo de los años miramos cual es el fruto de habernos equivocado de amor y nos damos cuenta de que estamos llenos de tristeza y de dolor. Preguntamos al cielo quien causó el dolor y tendríamos que darnos cuenta que los únicos que hemos inventado el dolor somos nosotros mismos.

Juan Jaime Escobar

http://diosdejesucristo.spaces.live.com/default.aspx?sa=೩೯೦೯೩೮೬೧೨

2 comentarios:

JORGE dijo...

Y es que solo damos lo que tenemos. Por eso necesitamos vaciarnos, deshacernos de todos nuestros lastres, para llenarlos de Cristo. Solo así podremos darlo plenamente.

Gracias y bendiciones

Acuarius dijo...

Un saludo hermana...