21/3/09

EL GRAN DOLOR DE DIOS

EL GRAN DOLOR DE DIOS



El gran dolor de Dios es el dolor de su amor desperdiciado. El amor de Dios es un amor inútil, es un amor desperdiciado ¿por qué? Porque cuando vos cerráis la puerta, el amor de Dios se estrella contra un muro y se pierde. Y Dios siente infinitamente esa pérdida.

Nosotros normalmente solemos decir esta frase: Dios es amor. Es la frase más bella que hay en el Nuevo Testamento, que nos habla de la definición de lo que es Dios. Dios es amor.

Fíjense que no dice, Dios es poder, no dice, Dios es grandeza, no dice, Dios es inteligente, no dice Dios es ciencia o conocimiento. Dice, Dios es amor. La única gran definición que hay en el Nuevo Testamento de quien es Dios dice que Dios es amor. Es más, nosotros estamos acostumbrados a decir esta frase: Dios ama. Pero nosotros decimos esa frase de esta manera, Dios ama, y la decimos de la misma manera que decimos yo amo.

Yo amo, pero yo hago otras cosas además de amar. Yo amo, yo canto, yo estudio, yo leo, yo estudio, yo trabajo, yo rezo, yo odio, yo miento, yo maltrato, yo engaño. Uno puede decir muchas cosas. Y de esa misma manera que uno dice yo amo decimos Dios ama y entonces como que Dios además de amar puede hacer otras cosas. Dios ama, Dios manda, Dios ordena, Dios organiza, Dios realiza, Dios piensa, Dios dice.

Nos equivocamos ¿saben por qué? Porque Dios es amor y solo es amor, no es nada más que amor. Nosotros somos amor y somos otro montón de cosas, somos amor y odio y miedo y aburrimiento y capacidad de mentira. Nosotros somos una revoltura, Dios no es revoltura, Dios es amor y nada más que amor.

Por eso cuando decimos ¿Dios qué hace? Tenemos que decir, Dios ama y solo ama, no hace nada más que amar. Es más, cuando Dios canta ama, cuando piensa ama, cuando crea ama, cuando dice ama, cuando habla ama. Toda la acción del Señor, la única acción que realmente realiza Dios es la acción del amor. Dios es amor y nada más que amor. Dios solo puede dar amor. Dios nada más, ama.

Vayan preparándose ya para cambiar el chic porque hay cosas que solamente se pueden entender cambiando el chic. La mayoría de nosotros tenemos una deformación en nuestra manera de ver a Dios.

Nos enseñaron que Dios además de amor y además de padre y además de todo, era como un gran controlador del universo y ese gran controlador del universo tiene la posibilidad aquí de arreglar un problema y aquí de armar otro.

Por eso le hacemos los reclamos a Él ¿por qué me mandaste esta enfermedad? Yo no mandé una enfermedad. ¿Va un padre a mandarle una enfermedad a un hijo? Si ustedes que son malos dan cosas buenas a sus hijos ¿por qué creen que su padre del cielo sí manda cosas malas?

¿De verdad creen que mandó el camión que atropelló al muchacho? El camión que atropelló al muchacho se lo mandó un tipo que en vez de dormir bien, se puso a tomar hasta las tres de la mañana y a las cuatro montó en un Bus y se quedó dormido y te mató a tu muchacho.

Pero a los seres humanos nos fascina quitarnos la responsabilidad nosotros y mandar la responsabilidad para el cielo. Y resulta que Dios no estrella carros, no estrella aviones, no manda cáncer, no manda dolores de cabeza, no manda dolores de columna, no manda hijos bobos, ni manda hijos drogadictos.

Dios solo da amor y nada más que amor. Porque Dios es amor y solo amor. Y ese Dios que es amor y solo amor tiene un plan, y el plan ¿qué es? Amarte, porque Dios es amor y solo amor.

Y si el plan es amarte, todo el deseo de Dios es que te dejes amar porque a Dios solo lo encuentran los niños ¿saben por qué? porque un niño se deja amar. El niño es confiado, se deja querer, se deja abrazar, se deja amar. Pero cuando uno va creciendo uno se va volviendo complicadito. Uno aprende a poner límites, a poner barreras.



Juan Jaime Escobar


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12/3/09

La propuesta de Dios

La propuesta de Dios

Y Dios te está diciendo, aprovecha mientras puedas, yo tengo para ti un plan, cambiarte la calidad de vida.
El pecado ¿qué es el pecado? Es la fuerza que rompe el dinamismo divino en el interior del hombre. Es decirle a Dios que no cuando tendríamos que decirle sí. Es no permitirle a Dios ser Dios en nosotros. Es no dejarle a Dios actuar.
Solemos creer que ser libres es hacer lo que queremos pero eso no es la verdadera libertad. La verdadera libertad es hacer lo que tenemos que hacer, que es diferente. Porque alguien dice que no cuando teníamos que haber dicho que sí, ese es el misterio que los cristianos llamamos el pecado. Es un misterio raro. A uno le invitan a lo más agradable y a lo más maravilloso y uno dice que no ¿por qué? por algo raro que llevamos adentro los seres humanos. Y eso raro que llevamos por dentro nos hace decir que no cuando teníamos que decir que sí.
La verdadera condición humana, el verdadero tamaño del ser humano, la verdadera condición humana se revela en Jesucristo el hombre sin pecado, igual a nosotros en todo menos en el pecado.
El plan de Dios es que el hombre sea el interlocutor natural, permanente, con un corazón inocente. Nosotros normalmente pensamos que cuando decimos que Jesucristo es hombre quiere decir que Jesucristo se parece a nosotros y en verdad es al revés. Cuando decimos que Jesucristo es hombre significa que si nosotros realmente somos hombres, nosotros nos tendríamos que parecer a Jesucristo, porque la verdadera humanidad es la humanidad de Jesús, la nuestra es una humanidad con deficiencia, con pecado. La humanidad de Jesús es la humanidad que Dios quiere, es la humanidad capaz de entrega, de entrega, de amor, de amor sin límites y sin pausa.
El plan de Dios es una transformación de nuestra humanidad y la propuesta de Dios es: Yo te doy una humanidad verdadera como la humanidad de mi Hijo para que aprendas a amar sin límites y sin pausa.
Es la humanidad donde la vida deja de ser la pelea que es nuestra vida y la vida puede empezar a ser realmente un paraíso. En verdad lo que nosotros creemos que es infierno o paraíso no está después de la muerte. El verdadero infierno o paraíso para comenzar lo hacemos nosotros en la vida. Hay personas que construyen su vida haciendo de su vida un paraíso y fíjense que dos personas que hacen de su vida un paraíso son personas que saben amar. Al revés, hay personas que hacen de su vida un infierno y normalmente esas personas, así tengan muchos bienes materiales son personas enquistadas, enroscadas en sí mismos, incapaces de amar.
Pero podemos hacernos la pregunta: Si Dios nos hace una propuesta tan buena que parece ser de esas propuestas que no tienen falla, si Dios nos hace la propuesta de una transformación de nuestra humanidad para tener una humanidad bienaventurada para tener una humanidad divina, para tener una humanidad como la de su hijo Jesús, una humanidad capaz de amar y una humanidad capaz de vencer la muerte, la única humanidad que es capaz de vencer la muerte, si Dios nos hace esa propuesta ¿por qué nosotros no aceptamos? ¿Por qué el ser humano desoye el grito de amor de Dios? ¿Por qué el ser humano no se deja querer por Dios y no deja a Dios ser Dios? Porque dejar a Dios ser Dios es dejarlo que llegue a tu vida y te cambie. Pero cuando yo le pongo límites ¿por qué yo hago eso? ¿Por qué no dejo a Dios continuar? ¿Por qué no lo dejo entrar en mi vida, por qué no lo dejo transformarme?
Hay dos razones: Una: la duda y la desconfianza. Dios nos hace una propuesta. Dios nos dice: Déjate cambiar la humanidad y uno dice ¿por qué? Ese es el problema de cuando el ser humano se cree inteligente. Todas estas cosas se han revelado a los humildes y sencillos. El pecado comienza en la duda y en la desconfianza.
Hay dos relatos en la Sagrada Escritura que narran esto. El primer relato está en el capítulo tercero del libro del Génesis. Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza, es decir, lo ha hecho igual que El. Ese hombre es tan bello que está desnudo en la naturaleza porque todo él es bello, no hay nada vergonzoso en el hombre.
La serpiente es la zancadilla que llevas dentro, no es el demonio. Lo que hace la serpiente es sembrar la duda. Dios quiere el bien para mí pero ¿por qué nos está privando de ese árbol tan bueno?
Dios le regaló al hombre ser idéntico a él y ahora el ser humano cree que Dios le está negando ser idéntico y me tengo que comer esa fruta para poder ser idéntico. El gran error que cometemos los seres humanos es que creemos que ser Dios es un proyecto nuestro, cuando es un regalo que Dios ya nos dio.
El segundo texto aparece en el libro del Éxodo, el pueblo va caminando por el desierto. Dios los saca de la esclavitud y los lleva para la tierra prometida pero cuando empiezan a caminar por el desierto ellos sienten que Dios les falló. Nos trajo a morir a un desierto. Dios nos sacó con trampas para traernos a morir en el desierto.
La clave del pecado es la desconfianza. Cada vez que nos hemos equivocado en la vida ¿qué hemos hecho? Hacer todo lo contrario a lo que Dios quería. ¿Y te fue bien? ¿No es cierto que no? Pero uno desconfía, uno no cree que Dios quiere lo mejor para mí. La fuerza del pecado es la desconfianza. Uno desconfía de Dios.
Juan Jaime Escobar
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