3/4/09

Dios es amor y nada más que amor

Dios es amor y nada más que amor

Dios es amor y nada más que amor, pero ese amor se lanza hacia ti y solamente te pide una cosa: Déjate amar. Recibidme. Porque el problema de Dios es que Dios como es amor tiene un límite en su poder, y el límite en el poder de Dios es que no puede imponerse porque el amor no se impone. El poder se impone pero el amor no se impone. Por eso el amor es una súplica y Dios delante de ti te hace una súplica. Siempre hemos pensado que somos nosotros los que oramos a Dios y no hemos caído en la cuenta que desde que Dios se hizo hombre en Jesucristo, Dios es una oración dirigida a nosotros y esa oración dirigida a nosotros es: ¿me dejas amarte? ¿Me dejas entrar en tu vida? ¿Me dejas quererte con todo mi ser? Déjate por favor amar por mí. Y muchísimos hombres y mujeres a esa súplica de ternura de Dios, respondemos: no, estoy ocupado.

El evangelio lo narra como una historia. Un hombre iba a celebrar un banquete e invitó a la gente a la fiesta y todos empezaron a disculparse. Yo estoy ocupado, yo me acabé de casar, yo me acabo de comprar una tierra y tengo que ir a verla. Y no le llegaron a la fiesta. Dios es una fiesta a la que la gente no va.

El amor de Dios es un amor perdido. Es como un grito lanzado al infinito que nadie escuchó. Es como una carta de amor que la destinataria de la carta de amor no aprecia, porque no sabe leer.

Y es a la muchacha campesina que le llega una carta en un papel hermoso, perfumada y ella la abre y se encanta con el papel y con el olor, pero no entiende porque no sabe leer. Ella no entiende que es un mensaje que le ha mandado el rey y que allí en letras preciosas dice el mensaje que la sacaría de todas las tristezas y de toda la postración, que en aquel papelito está escrito: te amo. Y como no lo sabe, cierra el papel hace de él un arrugón y lo tira a la basura. Y ahí se perdió una esperanza.

Dios es un canto de amor lanzado a alguien que no lo quiere escuchar. Ese es el drama de Dios. El drama de Dios es el drama del amor inútil. Acoger el amor de Dios. Si nosotros decimos que queremos acoger el amor de Dios ¿qué significa eso? Acoger el amor de Dios, recibir el amor que Dios nos ofrece es dejarnos, dejarme, transformar por Dios.

¿Cuál es el plan de Dios? Dios tiene un plan y el plan de Dios es un plan muy ambicioso, es un plan impresionantemente grande.

Hay dos maneras de ser. Una la vamos a llamar manera de ser cósmica. Cósmica quiere decir cosmos. Es decir, es como está hecho el mundo, el universo. De esta manera de ser del cosmos participamos todas las criaturas que hacemos parte del cosmos. Las estrellas, las galaxias, los cetáceos, los peces, las montañas, los insectos, las nubes, todos los seres, los hombres, las mujeres, los niños. Todas las criaturas del cosmos hacemos parte de esta manera de vivir. Dicho de otra manera. Todos los seres que no nos hemos dado a nosotros mismos el ser sino que hemos sido creados por alguien, todos nosotros compartimos una misma manera de vivir, la manera de vivir de las creaturas.

Y la otra manera de vivir es la manera de vivir divina, la vida divina, es la manera de vivir de Dios, la manera de vivir del Creador. Son dos maneras de vivir totalmente diferentes.

¿Cómo vive Dios? Lo acabo de decir. Dios es amor y solo amor. Dios es amor y absoluto amor y únicamente amor. Eso significa que la vida de Dios tiene este dinamismo, del centro de Él se abre y se entrega por completo a nosotros.

Dios es un continuo salir, un continuo entregarse, un continuo donarse, darse, entregarse, no retiene nada, no se queda con nada, no agarra nada, nosotros aunque amemos mucho siempre agarramos de vez en cuando.

El mejor de los amigos que te dijo que nunca jamás te sacará en cara todo lo que te ha querido, algún día te saca en cara lo que te quiso ¿por qué? porque somos seres humanos. Tarde o temprano, soy muy buen amigo pero lanzo un pequeño reproche.

Dios no tiene eso siquiera, porque Dios no se queda con nada, Dios da y da y da. Y ¿saben por qué puede dar y dar y dar? Porque no tiene miedo de destruirse, porque Dios es totalmente ofrenda. En cambio la vida cósmica, tiene un dinamismo contrario, de afuera hacia dentro hacia el centro de uno mismo.

De todos los seres humanos que ha habido en la historia de la humanidad solo uno nació con la capacidad de darse, darse, darse, darse. Se llama Jesucristo.

De todos los seres humanos nuestra fe nos dice que solo una mujer en el momento de su concepción fue librada de esa realidad que obliga a tener que defender la vida de uno a cualquier costo. Y fue librada de eso.

El pecado original es una fractura que hay en la esencia de nuestro ser y esa fractura que hay en la esencia de nuestro ser es que podemos ser los mejores seres humanos del mundo y al mismo tiempo podemos ser los peores. Esa posibilidad es lo que no hubo en Jesucristo, solo podía ser el ser humano más hermoso, nada más. Esa posibilidad es la que no hubo en la Stma. Virgen María. Solo podía decir que sí al Padre, que sí, he aquí la esclava del Señor. Toda la vida de ella es apertura, apertura, apertura, no retiene nada para ella misma. Lo impresionante de la Stma. Virgen María es que toda la vida de Ella es donación. Desde que le dicen arriesga tu vida para tener un niño hasta que arriesga la vida al pie de la cruz para estar con su niño. No se queda con nada, no retiene nada, no posee nada. Entrega, entrega, entrega.

En cambio ustedes se han dado cuenta que los grandes asesinos, los violadores, los terroristas algún día fueron tiernos niños inocentes? Pero ese tierno niño inocente era un niño inocente pero tenía toda la potencialidad de dejar de serlo. Ese es el pecado original. La potencialidad de dejar de serlo.

Dios no se defiende, por eso es tan fácil hacerle daño, porque Dios no tiene nada para defenderse. El se da, se da y se da. Y el plan de Dios es dejar de vivir cósmicamente y empezar a vivir divinamente. Cambia por completo de manera de vivir.

Si ustedes me preguntan qué es ser santo. Ser santo es dejar de llevar vida cósmica y pasar a vivir vida divina. Y la vida divina no es que a uno le va bien, no es que tiene buena suerte.

La vida divina significa que uno aprende a darse, darse, darse, desgastándose por amor, por amor, por amor y eso se transforma en Dios mismo en la tierra, esa es la vida de los santos y si ustedes se fijan a los santos normalmente les va mal como a Dios.

Dios es cambiar de vida y cambiar de vida por otra vida que el mundo no valora pero que es la única que vence la muerte, porque la vida que el mundo valora con todas sus posesiones pierde una batalla, no puede nada contra la muerte. Si aprovechaste los años de tu vida para transformarte a imagen de Aquel que resucitó en una cruz entonces serás vencedor de la muerte ¿Tienes una vida que soporte el embate con la muerte? Ese es el plan de Dios.

¿Saben cual es el plan de Dios? Que vos seas Dios. Cuando nosotros decimos que nosotros somos hijos de Dios cual serás vos? Es que te parezcas a tu papá, tengas los sentimientos de tu papá, tengas la manera de vivir de tu papá, porque es la única manera de vivir que no es frustrada por la muerte.

Dios te ama tanto que quiere que vivas para siempre y nosotros elegimos morir con tal de pasar bueno cincuenta años, cuando Dios lo que quiere que pasemos bueno la eternidad, al lado de El. Y para eso hay que cambiar la vida. Hay que vivir una vida de amor, amor, amor, amor, entrega, no tanto reclamar, no tanto exigir, no tanto pedir, sino entregar.

Así pues el plan de salvación de Dios es transformar nuestra humanidad en humanidad divina, es decir, en la humanidad de su hijo Jesucristo. Humanidad que es absoluta transparencia de la vida divina. Por ende, el plan de Dios es hacer de este pedazo de cosmos replegado sobre sí mismo que somos nosotros un lugar de la divinidad, abierto por entero a la entrega, al amor y a la capacidad de perderse uno a sí mismo.

El hombre vivo es el hombre que tiene vida de Dios en su interior. Todos los demás aunque parezcan vivos están muertos. Y si no están muertos se están muriendo. Yo siempre digo que celebramos los cumpleaños al revés. Cumplió quince años, no, le quedan quince años menos. Vamos caminando hacia la muerte, además es la única cita a la que uno no puede faltar.

Juan Jaime Escobar

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