29/11/07

Misericordioso y sensible

Ser y vivir como Jesús


En muchos momentos,
el Evangelio advierte expresamente que se "compadeció".

"Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor". (Mt 9,36).

Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: "No llores". (Lc 7,13).

Se transformaba su rostro, se identificaba con la desgracia, su estremecimiento interior se reflejaba en las palabras y en los ojos.

Como Jesús, que no podía contemplar una aflicción sin conmoverse: es que nunca vivía «consigo», siempre salía «con» y «para» los demás.

Este vivir «para» el otro, sufrir con» el que sufre fue algo tan notorio, impresionó tan vivamente que los testigos no lo pueden olvidar y lo hacen constar frecuentemente;

«Jesús se compadeció del leproso, tendió hacia él la mano, y le tocó diciendo: Quiero, sé sano» (Mc 1,41);

«Jesús se compadeció de las turbas y los enfermos» (Mt 14,14);

«Jesús recorría ciudades y aldeas.., sanando toda dolencia y toda enfermedad» (Mt 9,35);

no puede tomar alimento hasta curar al hidrópico (Lc 14,2-4);

en la sinagoga interrumpe su predicación para sanar al hombre de la mano seca (Mc 3,16)

y a la mujer encorvada (Lc 12,11-12).

Como Jesús, que convida a la gran masa de oprimidos y agobiados, pues para ellos tiene un mensaje que les da Paz (Mt 11,28ss).

El "ha venido para sanar a los heridos de corazón, anunciar la libertad a los esclavos, a los ciegos la vista y a los oprimidos la liberación" (Lc 4,l8ss).

Como Jesús, que se entregó a los abandonados y olvidados con todo lo que era: su pensamiento, su oración, su trabajo, su palabra, su mano:
"Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". Y al instante quedó purificado de su lepra.(Mt 8,3),

su saliva (Jn 9,6), la franja de su vestido.

"Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: "Con sólo tocar su manto, quedaré curada". Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: "Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado". Y desde ese instante la mujer quedó curada. (Mt 9,20).
Pone las obras de misericordia como el programa de examen final para el ingreso en el Reino:

"Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: "Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver".

Como Jesús, que, con infinita sensibilidad, se identifica con los necesitados: fue el mismo Cristo quien tuvo hambre, sed, fue huésped, estuvo desnudo, enfermo, preso.

"Los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?"

Y el Rey les responderá: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo". (Mt 25,34ss).



P. Ignacio Larrañaga


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